Tuve la suerte de participar en un programa radial moderado por el escritor y profesor Universitario Emilio del Carril. Hacia el final me preguntó cual era mi palabra favorita. Ante la premura del momento me robé la palabra que le sirve de título a su nuevo libro: Garúa. Desde que escuché que Emilio le ponía ese nombre a la compilación de mini relatos de su autoría, me pareció apropiado y perfecto. Esa lluvia finita que refresca, que no impide ni incomoda; que satisface la sed con minúsculo rocío. Sin embargo, desde mi respuesta me he quedado pensando cuál es mi palabra favorita. Son tantas.. que cada día adopto unas nuevas.
Están allí disponibles. Una amiga me decía que su palabra favorita es Gratis. Pues disponer de las palabras también lo es. No importa que sean importadas, de gran calidad, sofisticadas o poco usadas. No cuestan nada, y hasta vienen en catálogos, organizadas desde la A hasta la Z.
Cada vez que leo un nuevo autor, subrayo aquellas que me brinda, que no conozco, que me regala. Presto atención a situaciones y conversaciones para adueñarme de las que me interesan. Palabras importadas, recién creadas o milenarias. Las que nacen de híbridos adaptados o aquellas que se mantienen puras y castas. Y es que ellas tienen la magia de moldearse a las situaciones. De adquirir más de un significado según la cadencia con que sean pronunciadas o el contexto en el que sean usadas. Pueden ser subliminales o camuflajearse para causar efectos especiales. Las hay letales, de apariencia inocente para esconder su venenoso proceder. También las hay desnutridas y pobres. Ni hablar de las cobardes y traicioneras. Las “polígamas” casadas con múltiples significados. Las hay sublimes y calurosas, capaces de ablandar los corazones más duros. Las que producen cacofonías, o las que se deslizan por tu paladar haciéndote cosquillas, las que resuenan en tus oídos como música. Las ásperas y antipáticas. Las juguetonas como los palíndromos que desafían el intelecto al leerse igual hacia delante y hacia atrás.. Anita lava la tina. Palabras exóticas, que te remiten a un lugar. Muchas veces una sola vale por todas juntas. Olorosas, sabrosas. Están las que instigan guerras o provocan la paz… las que te llevan a la cama o provocan el rechazo. Las letales o amorosas que se quedan con nosotros por años frescas en la memoria. Las que deseamos olvidar o las que repetimos para que eso no ocurra.
Como cada profesión tiene sus instrumentos, un escritor se vale de las palabras como los recursos más importantes para su oficio.
En la vida real hay silencios que valen mas que mil palabras. ¿Cómo se las ingenia el escritor para crear ese silencio? Ese vacío cargado de emociones. Es un reto. ¿ se puede recrear el silencio a través de las palabras? Sí se puede. El buen escritor tiene que usar palabras para crear esas muecas, esos gestos, esos silencios para transmitir imágenes y actitudes, permitiendo al lector experimentar, mirar, saborear y sentir.
Cuando tengo hambre mi palabra favorita es Espagueti o arepas. Si tengo frío es cobija, cabaña y chimenea. Cuando pienso en amor hijos y amantes. Cuando escribo la más importante es inspiración. Cuando me siento altruista se vuelve libertad. Mis palabras favoritas son: chocolate, pollito, caballo, silencio, castillo, nacimiento, entrega.. son tantas que no puedo decidirme. ¿Cuál es la tuya?